En febrero de 2025 conocíamos la decisión política de Javier Milei, de retirar a la Argentina como integrante de la Organización Mundial de la Salud, y en todo caso, seguir adherido a la Organización Panamericana de la Salud (OPS) dependiente finalmente de la OMS. El pretexto o la estrategia política es mantener a la Argentina en la OPS relacionada directamente con la Organización de los Estados Americanos (OEA).
El pretexto expresado por quien se encuentra a cargo del ministerio nacional, Mario Lugones, refirió que “El vínculo con la OPS es preexistente a la OMS y se mantiene afianzado. Aunque la OPS sea la referencia regional de la OMS, depende orgánicamente de la OEA”. Argumento que de hecho tiene un sustento meramente político porque la organización internacional es la rectora de esta ciencia con intervención en todos los países que no resisten la relación que, a decir de autoridades de la OMS, no tiene antecedentes dicho rechazo o alejamiento.
Planteo que las máximas autoridades referidas recién analizarán en mayo de 2026 en la Asamblea anual de la máxima autoridad sanitaria mundial. Decisión asumida en la 78ª Asamblea Mundial de la Salud, durante la que se conoció oficialmente el escrito del gobierno argentino manifestando la decisión del retiro del país que no tiene antecedentes en el Mundo, a decir del director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, y que por ende, por el momento no habrá rechazo ni aceptación la referida comunicación.
La que tiene como otras cuestiones, relación con la postura del presidente Donald Trump en una de las tantas posturas adversas a la integración que con su estilo, pretende reemplazar con la dominación y arrebatos hasta el extremo de usar métodos bélicos, según distintas amenazas del mandatario estadounidense.
Por lo pronto el importante científico en la materia, Nahuel Maisley, que acredita ser profesor de Derecho Internacional en la Universidad de Buenos Aires (UBA), también en la New York University, y además, investigador del Instituto Gioja y del Conicet; advierte que no es posible el retiro pretendido por Milei y Trump, porque “Cuando un tratado no prevé explícitamente un mecanismo de salida, como ocurre en este caso, un Estado puede retirarse solamente si se da alguna de las siguientes tres circunstancias: primero, que pueda inferirse que las partes quisieron habilitar esa posibilidad en el tratado, aun cuando no lo hayan hecho expreso; segundo, que el derecho de salir se deduzca de la naturaleza del tratado; o, tercero, que haya acuerdo posterior entre las partes”.Media por el plazo de la Asamblea OMS hasta mayo de 2026, la incógnita interpretativa en base al criterio del gobierno libertario que diera motivo para que se mencionara que “Lo complejo, desde el punto de vista jurídico, es que la Argentina sostiene que su denuncia del tratado surtirá efecto automáticamente al año de presentada, es decir, en febrero de 2026. Esto podría generar un limbo jurídico entre febrero y mayo del año que viene, y quizá más allá si la Asamblea le niega la solicitud de renuncia a nuestro país”.
Tema que se reflota causalmente por la visita a la Argentina de parte del Robert F. Kennedy Jr., secretario de Salud de Donald Trump, cuyos antecedentes son adversos indisimuladamente a las políticas preventivas, como el rechazo a la vacunación, y de recuperación de la salud en medio de procesos de enfermedades. Oportunidad en la que el gobierno argentino expresara que “La Argentina avanza hacia un modelo sanitario más libre, transparente y preventivo. Hoy la evidencia indica que las recetas de la OMS no funcionan, porque no están basadas en ciencia, sino en intereses políticos y estructuras burocráticas que se resisten a revisar sus propios errores. Lejos de corregir el rumbo, la OMS ha optado por ampliar competencias que no le corresponden y condicionar la soberanía sanitaria de los países. Frente a esto, urge que la comunidad internacional repiense el sentido de los organismos supranacionales: si están financiados por todos, deben rendir cuentas, cumplir con los fines para los que fueron creados y no convertirse en plataformas de imposición política por encima de los Estados miembro”.
Clara postura divisoria de un sistema que acredita resultados favorables para la vida de las personas, sin perjuicio de observarse algunas políticas que pudieran sospecharse de comerciales, que de manera alguna, impiden valorar el rol en materia sanitaria, debiendo considerarse las acciones en regiones del Mundo en las que condiciones de vida y ausencia de sanitarismo, sigue siendo un flagelo que amerita acciones superadoras de daños físicos y sicológicos, con grandes inversiones que los principales países, por su poderío económico, bien podrían financiar desviando las fortunas destinadas al armamentismo cuya finalidad, indisimuladamente, es el exterminio de la vida humana, por cuestiones tan políticas como las que motivan estas decisiones separatistas en un Mundo que necesita imperiosamente la integración solidaria en el marco anticipado y curativo ante la falta de este primer tramo de la prevención imprescindible.