La falsedad ideológica de la palabra demandante de verdad, es un absurdo. La acusación como respuesta al señalamiento de mensajes y acciones impropias, en la convivencia ciudadana, da cuenta de lo infiel para con la respetuosidad.
Cuando desde el poder del Estado se ataca, se abusa de diversos recursos que son de la comunidad y no de quien se los atribuye. Es el pueblo el que otorga pero nunca podrá superar el imperio de la Constitución Nacional, absoluta garantía de los Derechos y las obligaciones que nos competen.
Claro que las obligaciones no las debe adecuar nadie a su favor ya que también están por sobre la parcialidad, y rigen para todos. El derecho a la expresión puede merecer si lo amerita, la respuesta, pero nunca la sanción amenazante mediando el abuso del poder cual estado dictatorial o de facto.
Hay que lograr que se respete la investidura sin que ello signifique sumisión y menos aún ejercicio de la violencia institucional. Dicho en función de la escena que exhibe a la máxima autoridad atacando a personas por su condición profesional no coincidiendo con los actos públicos. Si desde el poder superior se ejerce la violencia se estimula la respuesta equivalente, y eso es lo que hay que evitar. La crítica también es una herramienta en tanto no se torne exclusivista y menos aún violenta o quebrando el equilibrio que la Democracia establece.
Si se entiende ese modelo perfectible pero no superable, evitando un decreto con o sin urgencia para soslayarla e imponer decisiones, habrá tendencia al diálogo. Lo contrario es generador de mal estar inmerecido. La crítica a los efectos de medidas que afectan a las mayorías y beneficia, a cierta minoría, siempre van a provocar reacciones con alto grado de lógica. La situación se agravó con los cambios opuestos a los deseados y ello, también es motivo de desagrado, especialmente cuando hay sufrimiento social masivo.
Si a lo injusto le suman la imposición deshumanizada el resultado será malo, inesperado y rechazado.