El 06/10/23 publiqué este editorial refiriendo el “caso que puso a Martín Isaurralde fuera de juego en el campo político”, se supone para siembre; muestra contradicciones con la vida del común denominador. El despilfarro ofende y enoja a los que a lo largo de su vida no han tenido beneficio real compensador del sacrificio, mientras los poderosos la ganan fácil y las habilidades superan a la sapiencia.
La modernidad deja saldos con los que algunos se disfrazan para disimular lo que son. Tanto se ha desnaturalizado la relación humana que el oportunista es el respetable y el que se gastó la piel para beneficio de los vivos, es el descartable del que nadie se apiada ni acuerda.
Pero los o las que dejaron los pruritos de lado para salvarse, trascienden de manera destacada y de eso, muchos medios de difusión, se encargan de dar a conocer como si fueran ejemplos merecedores del reconocimiento e incluso de protección. Hay ciertas personas que sirven para cualquier necesidad.
Y de pronto la mujer que vive de lo que puede rompe el cristal y muestra el abanico de realidades mientras abajo sigue la pelea cotidiana. Tremendos intereses para que todo estalle previo a las elecciones y hacerle el juego a los sin bandera. Despliegue de glamur y delito.
Abuso del poder, maltrato de la política, traición a los que la militan y el negocio de una quinta columna. Mientras, una jueza duerme causas de extrema gravedad como la del terrorismo que intentara asesinar a una mandataria nacional; una joven disoluta al parecer, evidencia un espionaje parecido a la realidad de alguna película filmada en el mar Mediterráneo, con buen clima, mejor champaña y abundante dinero.
Fin llamativo en el que importan más los romances clandestinos que los delitos económicos personales o de asociaciones ilícitas internacionales; o el intento de aniquilar desatendido por los que deben aplicar la Justicia en lugar de esquivarla, para que algunos jefes no se enojen.
