El Estado de por sí no es suficiente si condiciona la vida de la persona humana. No sólo debe asistir sino buscar esos capitales abusivos para dialogar y acordad los límites necesarios para un desarrollo equilibrado.
El Estado seguirá siendo el rector para la sociedad organizada pero con el capital dentro del espacio en el que estamos todos y nadie maneja desde afuera. La integración del capital es la muestra de la conciencia que deben tomar las partes.
No es un empresario o varios los que manejen la vida de nadie y en todo caso, si una parte de la organización de un país que lograría el desarrollo reorganizador de la vida del común denominador. Inversiones más gestión de Estado responsable, ordenada y visionaria, dan lugar a la producción con la mano de obra activa no subsidiada.
Además que dicho Estado logre el músculo de la creatividad y la interrelación de las partes que logren concretar un crecimiento equitativo en el que todos reciban la proporcionalidad que corresponde para que se logre un desarrollo inclusivo; y sin injusticias como hemos sufrido incorporando la cronicidad del enfermo irrecuperable a pesar de lo prematuro.
Eso ocurre cuando la ambición desmedida compra voluntades de los que deben administrar en función de la sociedad para garantizar equidad sin expulsar ninguna fracción. Todos somos parte de un conjunto que debe funcionar de ese modo y no por canales diferentes que serán paralelos, pero nunca lograrán unir el rumbo en función del bien colectivo sin exclusiones.
Para ello el Estado debe ser racional y humanitariamente administrado, ejerciendo su poder tremendo sin que se convierta en esclavista para ningún sector, pero sin permitir que las corporaciones lo reemplacen.