La elección local en la capital del país dejó otra muestra del efecto de las divisiones internas tanto en la derecha como en el peronismo. Del radicalismo poco se puede decir porque la inconducta ideológica ha sido el factor determinante de su atomización. En la jurisdicción porteña el peronismo reunió un total de 20 legisladores ubicándose como primera minoría seguido por LLA que antes cosechó apoyo del macrismo PRO, ahora también dividido gracias a Patricia Bullrich y antes Rodríguez Larreta.
Todos estimulados por las ambiciones de ser el número 1 y a la vez, abriendo la puerta para un nuevo avance de la extrema posición que promueve Milei. Presidente que en definitiva obtuvo un cuarto del padrón de votantes. No es para festejar tanto, sí para analizar la baja concurrencia de votantes. Usan diversos estilos para despolitizar a la sociedad dejando un saldo lamentable y sobre todo peligroso; cuando el descontento crece y nadie lo compensa. Al menos con acciones concretas sin tanta competencia cuando la realidad reclama integración y luego ver alternativas personales.
Dicen primero la propuesta y luego los candidatos. Hay que demostrar que es verdad y no una postura fugaz. Si no se piensa en el conjunto no se logrará la mayoría en nada. El daño crece devastando la sociedad e impulsan el sálvese quien pueda. Lo malo es que el gobierno nacional por su modelo administrador; no genera el equilibrio sobre el individualismo.
Al contrario y por ello, desde las provincias hay que mostrarle al centralismo, la importancia de tomar posiciones defensivas de la soberanía, el patrimonio y la solidaridad; mientras que se gobierna para el desarrollo y no para arrollar al diferente en su más amplio espectro.
Cada provincia debe ser modelo protector de sus recursos y de su pueblo y los legisladores, no deben ser acomodaticios dependientes de los partidos nacionales y del gobierno central, que navegan entre la omnipotencia y las reyertas internas.