Mucho se habló y prometió con el “cepo” del dólar. Moneda que atrae a tenedores de un capital que no va a la producción, y sí a la bicicleta, que conocemos por sus efectos negativos para la mayoría. El atesoramiento resta circulante agravando el efecto del modelo económico anarco intervencionista, que regula sueldos al 1 % y precios que antes liberó para beneficio de grandes empresarios.
De allí que falta moneda en el bolsillo popular, reducen consumos y aumentan el padecer. Todo sea para difundir datos reduccionistas de la inflación a la baja, con selección de componentes del índice de precios al consumidor, para decir que bajaron la inflación como nunca ocurrió.
De todos modos Argentina sigue teniendo un alto registro inflacionario en el plano internacional. Hay que agregar en el orden interno, el uso del famoso dólar de manera física o sicológica y allí está la persistente inflación. Precios dolarizados no adaptados a la realidad nacional, que siguen aumentando de manera perversa ante la debilidad de un Peso falsamente fortalecido. Peso sin respaldo productivo ni riqueza genuina, adornado con dólares de deuda con los que maquillan el superávit.
Dos endeudamientos depresores del patrimonio y de la soberanía lastimada con el facilismo financiero de Macri/Caputo Milei/Caputo. El JP Morgan publicita el bajo efecto inflacionario por la liberación parcial del dólar con compras personales para atesorar. Menos dinero, bajo consumo y un índice con registros ajenos a la realidad del común denominador, imponen el falso éxito conocido en los ´90 y el 2001.
Resultado de la especulación financiera; acumulación de deuda, estrangulamiento económico y social. Mientras tanto peligro por falta de producción variada sin consumo, sin hablar del desarrollo salvo excepciones a las que se sumó la producción en Vaca Muerta, de la mano de las gestiones provinciales para multiplicar producción y beneficios de la riqueza no renovable.