La República Argentina, tiene una gran historia sanitaria y un sistema basado en la optimización de sus recursos, incluyendo la red de complejidad creciente. Dicho por los antecedentes y la afectación provocada por gobiernos neoliberales, que redujeron inversiones.
Afectaron la atención primaria, la provisión estatal de medicamentos, mantenimiento y desarrollo de infraestructura hospitalaria, capacidad de internaciones, calendarios de vacunación y recepción de pacientes sin limitaciones tal lo cita la Constitución. Aquel paciente que tuviera cobertura de obra social, debe proveer datos para la facturación a dicha entidad. Una red hospitalaria con trascendencia internacional y diversidad de profesionales formados por la universidad del Estado.
Con el tiempo llegó Carlos Menem al gobierno y traspasó los servicios sanitarios y educativos a las provincias, quedándose con el presupuesto para el uso centralista. En el Neuquén se redoblaron los esfuerzos y el sistema de salud ha seguido a pesar de algunas adecuaciones, ofreciendo una cobertura médico asistencial de alto nivel, sumándose el sector privado y de obras sociales sindicales. Todo lo dicho relacionado con las dotaciones de personal extraordinarias.
Síntesis que intenta definir la idea de la magnitud sanitaria que incluye al despreciado por el mileismo, Hospital Garrahan, referente de la asistencia pediátrica en el país y la región.
Explicado para incluir la repudiable manifestación de la senadora pro/mileista, Carmen Álvarez Rivero, que no cree que “los niños argentinos tengan derecho a venir al Hospital Garrahan a ser curados” y como si fuera poco remató con que “Ese derecho no lo conozco en ningún lado”.
Desconocen todos los derechos y van por destrucción del Estado sin medir consecuencias nefastas, especialmente para la niñez. Estos son los que critican y niegan la historia del país que no debiera sufrir los ataques del neoliberalismo privatista, enemigo de la justicia social.