Mucho se habló de la inflación y se pidió su fin por lo corrosiva del poder adquisitivo. Nunca se reconoció desde las corporaciones que también fue la herramienta con la que desde el gobierno, liberaron los precios y lograron desbarrancar al mercado.
Situación agravada por la infructuosa marcha atrás del mileismo encerrado en su propia trampa falsamente libertaria. La anarquía libertaria en términos de Milei, no es libertad en sí mismo, sino un estado de situación que pinta más, para el sálvese quien pueda.
Dicho sin perjuicio de los preceptos que la filosofía y la ideología le atribuyen particularmente a la referida anarquía. Después de tanta cháchara abusando de la palabra libertad con la que confundieron a millones de personas, llegamos a un punto en el que parece más un final que el inicio de la era tras el también publicitado cambio.
Recurso utilizado para repetir políticas fracasadas usando el endeudamiento para condicionar más aún la vida de los argentinos, y concretar enormes negociados por los que hoy, tras diversas estrategias incumplidas, nos llevan a conclusiones sobre debilidad monetaria que destruye la también falsa estabilidad, sostenida con endeudamientos hormiga.
La pérdida de confianza no fue producto de la existencia predominante del Estado constructor; sino su destrucción tal lo prometido por quien hoy, reviste la figura de presidente de la Nación. Dicho en función de sus argumentos de campaña y posteriores aseveraciones de “topo destructor” del Estado, una vez instalado en la casa rosada repintada de violeta, según propias manifestaciones del sector.
Los argentinos sabemos que el Estado construyó la estructura nacional que pudieron aprovechar inversores, constructores y empresarios que también ganaron dignamente sus dineros y de los otros. Sin Estado no hay alternativas de contención social ni equidad. El Estado fue y será siempre gestor de desarrollo. aún, cuando lo tomen por asalto y esquilmen impunemente bajo el paraguas protector de diversas asociaciones ilícitas jamás, procesadas.